BIBLIOTECAS PÚBLICAS


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BIBLIOTECA PÚBLICA EN EL BAR AUGUSTUS
ROSARIO, CIUDAD DE LA ROSA Y EL RÍO
NOVIEMBRE DE 2009

Al igual que todo lo que existe o aparenta existencia en cualquier universo, La Biblioteca Fabularia suele ser aquello que de ella se percibe. Siguiendo esta marca, para la mayoría de los habitantes de este mundo La Biblioteca Fabularia es nada. Para algunos, es un lugar en algún lugar; para otros, unos esperpentos que hacen uso de escritura e incomodan con palabras ciertos momentos del tiempo. Tal vez éste sea un instante de esos. Pero no teman, al igual que la eternidad, este efímero accidente concluirá en un abrir y cerrar de oídos.


En la noche del 10 de noviembre de 2009 es alojado en este sitio un puñado de libros para uso público. Y siguiendo los protocolos que manda la Ley Nacional del Libro Público, debo alertar sobre los efectos nocivos que estos productos culturales pueden acarrear a desprevenidos usuarios.


A Saber: En algún acto de cuentos, el señor Cortázar dice que "un libro es un objeto peligroso, blanda materia de continente misterioso y siniestro. Pues un libro puede envenenar a un escritor hasta convertirlo en autor y arrastrarlo, en tales condiciones, a prácticas aberrantes de autoritarismo. Un libro es también la prueba del exterminio de un bosque. Sus hojas encadenan las almas del árbol talado hasta transformarlas en el residuo fósil de un pensamiento, en un animal que aguarda la resurrección de su aullido en la mirada de un lector".


"Es verdad, un libro puede ser un monstruo peligroso. Pero entonces ¿por qué nos apasionan esos engendros que andan por ahí, en algún estante, al acecho? A veces creo, nos dice el señor Cortázar, que sólo para escuchar la respuesta en boca de otros lectores me gusta fabular bibliotecas".


Sigamos: Leer puede ser un acto peligroso. Como cuenta el viejo Arturo Schopenhauer, "cuando leemos, otro piensa por nosotros. Cuando leemos, la mayor parte de las veces nos ahorramos el trabajo de pensar: tal es el caso de un gran número de hombres instruidos que han leído hasta embrutecerse".


Hasta el mismísimo Borges nos ilustra: "Cierto es que lo supe en la vacilación del ocaso y, como todo saber, es éste un don tardío e inútil que confieso a ustedes: Leer y mirar el busto de una virgen, producen ceguera".


La lista de decires y maldecires es infinita, pero los protocolos que manda la Ley Nacional del Libro Público sólo obligan a citar un par de ellos.
Por tal menester, de aquí en adelante, señoras y señores lectores, el riesgo os pertenece. Y ante la duda, recuerden siempre el consejo del rabino Nachman quien, en su aforismo más celebrado nos propuso: "Quemar un libro es aportar luz al mundo".


Bien. Al igual que todo lo que existe o aparenta existencia en cualquier universo, una biblioteca suele ser aquello que de ella se percibe. Siguiendo esta marca, para la mayoría de los habitantes de este mundo esta biblioteca podrá ser nada. Para algunos, un puñado de libros por leer; para otros, un lugar al cual traer la escritura propia. Puede que este sea un hecho insignificante. Pero no teman, al igual que el efímero accidente del universo, tal vez continúe mientras la eternidad eterne.


Están invitados.














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